No sé cómo empezar esta reseña, porque no sé del todo qué sensación me dejó esta nuevita película. Seguramente no me fue indiferente… todo lo contrario quizás. Centrada en una sola locación, “en el bar” (tal su título), la primera película del director de Kurtlar Vadisi: Irak tras Kurtlar Vadisi: Irak (máximo éxito de taquilla turca de la Historia, con más de 4 palos de personas), arranca tranquila y hasta en un momento pensé ¿será toda así? ¿la saco? Claro, un introito de media hora nos pone en las preocupaciones de unos jóvenes-bien que suelen parar en ese bar… pero de repente, irrumpe la banda de Selim (Nejat Isler, muy asociado ahora a papeles “de malo”) y hay 3 vuelcos de 180 grados simultáneos: el de la película, el de la vida de los personajes, y el del grado de involucramiento nuestro como espectadores. Quizás visto así ahora me cierra que en vez de una primera parte aburrida, Serdar Akar nos fue pasando discos cada vez más silenciosos para que ahora de repente nos machaque a decibeles de acá hasta el final. La violencia en Barda toca el gore, es extrema, irracional, violencia por la violencia en sí. La más difícil de parar y quizás la más genuina: la que no tiene más motivo que el deseo de su propia existencia. Un sadismo macho que destruye todo a su paso, y que sumerje en el infierno a los nenes bien del principio. Si fue un intento de turquizar a Tarantino, creo que me gustó más que el original (aunque a sus fans difícilmente les parecezca eso). Y en paralelo, la visión del proceso judicial que parece insuficiente para castigar todo el mal antes provocado. En esta parte de la peli financiada por algún Blumberg turco, el cariz totalmente salteable de ‘denuncia’ amenaza con hacer zozobrar el desarrollo, pero termina encajando sin adueñarse de la moraleja. Ah, y los presos-justicieros son varios de los directores más famosos del cine turco (incluyendo al de la peli misma) haciendo estos papelitos poco más grandes que un cameo. Está simpático eso, y saberlo.
Vale la pena verla y se le ponen: 7 puntos.
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